21 abril 2006

Día 4: Artieda - Sangüesa


A la salida de Artieda recordaba mentalmente las indicaciones que me hizo Raquel con su brazo para ahorrarme 1 Km: "abajo-verde-contenedores, derecha-rojo-stop, izquierda-verde-tejado". No podía dejar de mirar atrás para grabar en mi mente la imagen sobre la montaña de aquel pueblo que me dejaba tan gratos recuerdos. También me dejó una garrapata enganchada a la piel del brazo, que no sé de donde narices podría haber salido y que debía haber chupado bastante sangre porque estaba hinchada y bien agarrada.
Mi primera visión de Ruesta fué fantasmagórica. El pueblo estaba abandonado y en ruinas. Tomé un bocado en el albergue y continué mi camino subiendo una importante pendiente de varios kilómetros en la que quemé todo el desayuno. Al llegar arriba el paisaje se tornó árido, recordándome los capítulos referentes al lobo de "El hombre y la tierra". Luego vino una bajada pronunciada, con final sobre antigua calzada romana, y llegué a Undués de Lerda, donde tuve una grata conversación con el hospitalero acompañada de una cervecita.
El final de la etapa fué en Sangüesa, ya en tierras navarras. Su colegiata es espectacular, especialmente su pórtico de entrada, donde se encuentran figuras escultóricas bastante misteriosas. Y qué decir de los vinos navarros. Tomé un par de copitas de Palacio de Sada con un bocata de chistorra y pimientos que daba más energía que el Pharmaton Complex. No me puedo olvidar que el albergue estaba cerrado y tuve que dormir en un hostal que tenía más mierda que el palo de un gallinero. Pero como el turista exige y el peregrino agradece, tocó hacer de tripas corazón y esperar a que el mañana amaneciese otro día.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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